Librería Gomez. Gracias. Hasta siempre.

Librería Gomez. Gracias. Hasta siempre.

Librería Gómez en Pamplona cierra sus puertas. Iba a cumplir 75 años.

Siempre es mala noticia que cierre un negocio. Significa que a un empresario se le murió el sueño. Que un equipo perdió su empleo. La noticia es peor cuando es un negocio vinculado a la cultura. Algo se nos muere a todos cuando un referente cultural echa la persiana. Y Gómez, para mí, es una referencia.

Me gusta ir a pasear entre sus páginas, entre los lomos de sus libros, a pedir a sus profesionales consejo sobre el mejor texto que llevarme a la neurona en función de mis necesidades. Es una de esas librerías que ha formado parte de mi historia, de mi aprendizaje, de mi cultura.

Confieso que le he sido infiel. El otro día cuando fui a despedirme del equipo, a agradecer su presencia durante tanto tiempo, la chica que me atendió me miró. Y en su mirada yo atisbé la sombra del reproche. Tal vez no fuera lo que ella quería expresar, pero yo lo sentí así… Es probable que yo ya llevase conmigo esa sensación de “culpa” antes incluso de entrar a cotillear sus estanterías, ahora expuestas a precio de oferta, abiertas a ser manoseadas no por necesidad o placer, sino por la avidez de llevarnos los restos del naufragio.

Y sí, me confieso culpable: yo también compro libros en papel en plataformas digitales, consumo libros en formato digital y ya no busco el olfato del experto, sino que con frecuencia sigo mi propio instinto o, a veces, la recomendación de otros lectores.

Sé que formo parte de su adiós, no sólo por lo que fueron para mí, sino por lo que yo he dejado de ser para ellas: cliente.

Desde hace años el sector del libro pelea con denuedo para no dejar huérfana a una sociedad que cada vez con más frecuencia le da la espalda. Las propias editoriales pelean con uñas y dientes por conservar o transformar un modelo de negocio en el que el valor que agregan se diluye en la supuesta democratización del acceso a la publicación.

Es evidente, que el olfato de cada editor, de cada librero amante de los libros, aporta a los textos que llegan al mercado un criterio de calidad nunca comparable con la vulgaridad de los “likes” en una plataforma. ¿Qué pasa que no se aprecia?

El sector del libro, como tantos otros, está atravesando una revolución que obliga a repensar toda la cadena de valor. ¿Qué valor aporta al libro cada uno de los eslabones de esta acortada cadena por la que el texto llega del autor al lector? Una reflexión profunda en una sociedad que cada vez lee menos… Y piratea más.

Hace unos años, en México se lanzó una campaña que rezaba: “Uno de cada dos mexicanos leerá medio libro en este año. Júntese con otro y lean un libro entero” Hoy casi se tendría que juntar la cuadrilla para poder leer todas sus páginas. Lo malo es que conseguirían bajarlas de espaldas a los circuitos que hacen sostenibles su publicación, su concepción y redacción.

Piratería, bajo índice de lectura, hábitos de compra, modelo de negocio, el difícil maridaje de negocio y cultura. ¡Uff! ¡Qué difícil! Pero sé que es tarea de todos. No me canso de decirlo: leer es imprescindible para la vida porque abre la mente. ¡Compren y lean libros! No me canso de repetirlo: piratear es malo para la cultura, porque no permite vivir a quienes la crean, la cuidan, la cultivan y/o nos la acercan.

Echaré de menos la Librería Gómez. Seguiré comprando en librerías y en Internet. Seguiré pidiendo una ley más dura con la piratería. Seguiré entrando a comprar en cuanta librería encuentre abierta a mi paso… Lamentablemente tendré que pasear mucho más para encontrar alguna. Seguiré rezando para que el sector consiga encontrar la fórmula mágica de la rentabilidad en tiempos de infidelidades digitales.

Gracias Librería Gómez, hasta siempre.

 

Marta Martínez Arellano
Desarrollo de Personas y Organizaciones

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