Techos de cristal y nuevas definiciones

Techos de cristal y nuevas definiciones

Llamamos “techo de cristal” a “un obstáculo invisible en la carrera laboral de las mujeres, difícil de traspasar, que les impide llegar a cargos de mayor responsabilidad y liderazgo”.

Y yo me pregunto… ¿Y si nosotras no queremos esos cargos de mayor responsabilidad o liderazgo tal como están concebidos? ¿No será que nosotras damos un significado diferente a los conceptos responsabilidad o liderazgo?

Mucho se ha trabajado y se ha explorado en el ámbito de la equiparación de derechos formales entre hombres y mujeres. Mucho se ha avanzado en lo formal y lo legislativo, aunque quede mucho por recorrer.

Sin embargo, tengo para mí que lo que ahora nos toca -amén de agradecer a los y las pioneras de esa pelea el hecho de que estemos en disposición de abordar esta nueva tarea-, no es seguir avanzando por un camino trillado, sino redefinir desde lo femenino usos, costumbres y prácticas que abrazamos sin pensar cuando accedimos al mundo laboral.

Las mujeres se incorporaron al mundo del trabajo remunerado para suplir la escasez de mano de obra masculina. Y al hacerlo, nos sumamos a una partida en la que las reglas estaban ya marcadas.

Tengo la impresión de que llevamos muchos años jugando a un “tute” de corte esencialmente masculino. Cuidándonos de trileros y tramposos que nos “cantan las cuarenta” cuando intentamos salirnos del guion. Colegas abstrusos que ridiculizan la emoción tildándola de histeria, aduladores vomitivos que alaban el talento aplicado en femenino sólo cuando baila el ascua que más calienta a su sardina. Años calzando tacones como quien ajusta una corbata.

Y cada día veo en nuestras prácticas profesionales rasgos diferenciales tan innegables, que creo que deberíamos empezar a mirarlos como gritos que piden clamorosamente un cambio de reglas para cambiar el escenario

Un par de ejemplos: la mujer no se hace autónoma para que no le manden, sino, para conciliar. No porque su pareja se lo exija, sino porque ella quiere. Con frecuencia no nos importa ganar más, sino administrar bien lo que tenemos. Es habitual escuchar que no necesitamos sentirnos al mando, sino respaldadas.

Conozco muchas mujeres que renunciaron a un gran puesto, a cambio de una “buena vida” desde una escala de valores más inclusiva y de equilibrio entre lo personal y lo laboral.

Recientemente la Dra.  Hannah Lee llevó a cabo dentro del Barrett Values Centre, un estudio de valores entre 1000 directivos varones y el mismo número de mujeres. Curiosamente los 14 valores más votados como imprescindibles en el desempeño profesional del líder, coincidían en ambos casos, PERO se ordenaban de forma muy distinta entre los varones y las mujeres.

Mientras que ellos primaban la proactividad, la mejora y el objetivo, ellas apuntaban al cuidado, la comunicación, la inclusión o el aprendizaje.

TRANSFORMAR LAS REGLAS, YA

En una sociedad en la que nos preocupa el bajo índice de compromiso del trabajador, la infelicidad en el puesto de trabajo o la retención del talento, debería ser imprescindible diseñar estructuras que nos permitieran alcanzar la felicidad, la autorrealización y el disfrute en nuestros puestos de trabajo.

Deberíamos construir un entorno profesional y de negocios que realmente contemplase otras formas de liderazgo, de éxito, de desarrollo e incluso de relacionamiento profesional.

Se ha demostrado que una persona que cumple sus anhelos, y trabaja en algo que tiene Sentido para sí, no sólo se siente más feliz y exitosa, sino que deja de necesitar competir dentro de su equipo, comparte mucho más, se compromete consigo misma y con sus colegas laborales… Y desde ahí es mucho más productiva.

No importa cuántas mujeres haya en la dirección si se comportan como ciegas Ateneas. Mujeres que abrazan ese enfoque tan masculino como el más bragado de sus colegas.

Sí importa que, más allá de su condición sexual, asignemos las tareas al profesional con más capacidades y talentos. Que le concedamos las herramientas suficientes, le tratemos como un/a adulto, le impliquemos en el proyecto común y confiemos en su instinto al servicio del equipo.

Es imprescindible que entre todos transformemos las reglas del juego empresarial para incorporar valores tan femeninos como el cuidado, el bienestar emocional, la intuición, el apoyo, el respaldo, el amor propio y el amor mutuo.

Es imprescindible que reformulemos el significado de Éxito y de Liderazgo desde lo que para cada cual tiene Sentido. Sólo así destruiremos todos los techos de cristal, los formales, institucionales, legales… e incluso los que cada uno de nosotros lleva en la cabeza.

Marta Martínez Arellano
Desarrollo de Personas y Organizaciones
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