¿Te disculpas demasiado?

¿Te disculpas demasiado?

Siempre he sido de las que prefiere pedir perdón a pedir permiso… Soy proactiva y actúo con pasión, por lo que es inevitable meter la pata. Pero ayudada por algunas de vosotras, llevo un tiempo trabajando este tic personal que me lleva a pedir perdón en las situaciones más inverosímiles. He descubierto que hay ocasiones, más allá de aquellas en las que la disculpa es evidente, en las que pido perdón por no satisfacer las expectativas que en mi cabeza debiera tener mi interlocutor con respecto a mi actuación… Y la otra persona, que no tiene ni idea de esas expectativas, acepta mis disculpas como indicio de una especie de sumisión innecesaria.

Por ejemplo, voy a hacer algo que afecta a otra persona, y a la hora de ir a compartirle mis intenciones, toco la puerta, asomo la cabeza y le digo…”perdona que te moleste…” cuando a la otra persona no se le había pasado siquiera por la cabeza que mi irrupción fuera una intromisión. O tomo tímidamente la palabra en una reunión y empiezo diciendo “perdonad que…”, ¡cuando estoy ahí precisamente para aportar mi visión o contribuir con mi punto de vista!

Frases del estilo de “tal vez no debiera…”, “a lo mejor soy inoportuna si…”, “espero no…”, “disculpa si…” y otras similares trufan con frecuencia nuestros mensajes tanto personales como profesionales. Pueden ser una mera fórmula cortés, o tal vez el reflejo de una falta de confianza en una misma. Como si entrásemos en una habitación de puntillas, sintiéndonos inoportunas, haciéndonos chiquitas y mirando de abajo hacia arriba a un interlocutor al que vemos grande y le concedemos el derecho a juzgarnos. Vale, sí, puedo estar exagerando, pero confío en que comprendas a qué me refiero… ¡Tal vez incluso te suceda a ti!

En mi trabajo con mujeres poderosas de distintos lugares del mundo, he llegado a la conclusión de que a las mujeres nos pasa con más frecuencia que a los hombres. Pertenezcamos a la cultura que pertenezcamos, nos han educado en el servicio a la comunidad, de modo que aspiramos a ser “de utilidad” para los otros, nos enfocamos en el valor que para los demás tiene lo que hacemos, medimos de hecho nuestra estima propia en función del veredicto de los otros y esto acentúa nuestra tendencia a la disculpa. Olvidamos apreciar la profesionalidad o eficacia de nuestras actuaciones y que la opinión de la otra persona habla de ella… no de nosotras.

Dejar de disculparse innecesariamente es una práctica altamente recomendable, ya que coloca el juicio del otro donde debe estar: en el otro, y no en la imagen que tengo y proyecto de mí misma. Dejar de disculparte conscientemente, te lleva a ser más asertiva, a confiar más en ti, a conceder más peso a tu opinión e intenciones, afianza tu paso y aumenta tu zona de confort.

No consuela saber que nos pasa a muchas… pero el hecho de que sea algo tan generalizado ha llevado a la creación de una APP que descubrí trabajando con una mujer de habla inglesa: Just NOT Sorry, una aplicación que revisa tu escrito (sólo en inglés, de momento) y te marca las veces que has pedido disculpas para que verifiques si REALMENTE precisas disculparte.

Así que mientras espero a su versión en castellano (o para la vida real fuera de lo digital), me he puesto una alarma de conciencia para detectar este vicio en mi actividad cotidiana. Puedo asegurarte que funciona… Y es altamente recomendable.

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Marta Martínez Arellano

Desarrollo personal y ejecutivo

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