Tejiendo Ciudadanía

Tejiendo Ciudadanía

Amelia Valcárcel, en la que se exploraron los orígenes de la ciudadanía, el reciente reconocimiento de la condición de ciudadana para la mujer y el escenario actual en el marco de la globalización. Dos horas intensas e interesantes que desde mi perspectiva explican a la perfección el lugar de donde venimos. Nuestra democracia procede de la antigua Grecia, donde ésta se anclaba en una meritocracia selectiva. Un procedimiento que, a la vista del panorama, a veces puede generar nostalgia, no por el hecho de que fuera un porcentaje pequeño de la población la considerada ciudadana por nacimiento y luego por fortuna, sino por el privilegio de escoger (o sortear) entre un puñado de meritócratas, individuos con mérito, los puestos de poder. La historia es necesaria. Conocerla nos explica, nos da muchas pistas acerca de los recursos de los que disponemos, pero sobre todo nos permite medir el avance. Nos permite ser conscientes de que este régimen del que disfrutamos en esta nuestra privilegiada porción de la tierra, no deja de ser una “demo” –versión gratuita de software- de un intento perfectible de “cracia” (de krátos = gobierno). La actual situación mundial, en la que las principales economías del mundo no son países, sino en muchos casos empresas; en la que contemplamos cómo los regímenes más poderosos no son precisamente igualitarios, democráticos o humanistas, nos ofrece un escenario que, lejos de ser desolador como pareció ayer esbozarse, es retador desde la perspectiva de una activista irredenta -como yo- de lo que mi amigo Iosu llamaría #optitud. El Dalai Lama ha afirmado en varias ocasiones que el futuro del mundo está en la revolución de las mujeres occidentales, y yo coincido más con su visión. Partimos en España de un histórico que tan sólo hace menos de un siglo nos ha concedido la “plenitud” de derechos civiles. En 1967 las mujeres no podían tener cuenta corriente. En mi primera entrevista de trabajo me preguntaron si pensaba tener hijos o hacer carrera. En la última para acceder a un trabajo por cuenta ajena, me convocaron con mi pareja para explicarle a él las responsabilidades de mi puesto y conseguir su compromiso de que yo no faltara a ellas… Yo no quiero ser igual a los hombres. No aspiro a la igualdad. Estoy feliz con mi condición de fémina y considero que la igualdad sería aburridísima. Creo que la visión en femenino del mundo, la vida, la economía y la empresa es no sólo imprescindible, sino urgente. Desde mi experiencia de la globalización, lo que fue cierto en las guerras médicas –aquellas en las que los Griegos buscaban decapitar al imperio persa- es cierto hoy, ya que descabezar países o economías lideradas por el mero beneficio económico, tan sólo será posible desde una consciencia ciudadana de valores plurales más allá de la codicia. El proceso es, evidentemente, más lento, pero igualmente imparable. El 100 % de las empresas “que se hacen querer” obtiene en un plazo de 5 años el doble de beneficios que las tradicionales empresas jerárquicas, sencillamente contemplando a sus trabajadores como personas llenas de talento y fijándose en las personas, los valores y el Propósito. Su inserción e impacto social se multiplica por 100 en ese mismo periodo y se reduce enormemente sus potenciales impactos negativos en su entorno. (Véase Conscious Capitalism, Raj Sishodia 2012). Las mujeres en su actividad cotidiana, despliegan unos valores y un quehacer diferente al del hombre. El emprendimiento femenino suele tener menor impacto económico en las grandes cifras, con menor endeudamiento y cifras más modestas, pero recurrentes y con mayor impacto en su entorno, sosteniendo la familia incluso desde la economía sumergida, o con negocios más anclados en las necesidades reales de su entorno cercano, negocios menos “deslocalizables”, más atentos al equipo, a complementar sabia y organizadamente el talento. Las mujeres, estadísticamente, cuando nos ponemos a emprender buscamos la cercanía, completar nuestro saber –en el que nos han enseñado a desconfiar- con el saber de otros, tenemos menores reparos a la hora de pedir opinión o consejo, tenemos en cuenta el sentir y estar de quienes nos acompañan, y el impacto de nuestro negocio en nuestro entorno. Esta visión emocional, profunda, arraigada en el “domus”, el hogar donde originalmente se confinaba a la mujer, sigue prevaleciendo en gran parte de los emprendimientos femeninos. Se ha demostrado en muchas ocasiones y son muchas las estadísticas que confirman que esta visión de la economía si bien es más lenta en su germen y desarrollo permite, como al bambú, desarrollar un sólido entramado local. Este es el momento más adecuado para seguir cultivando esta pequeña revolución desde lo más hondo de lo femenino. Básicamente porque no tenemos otro… Y tal vez porque las cifras y estadísticas que tanto gustan a los varones, demuestre que el modelo masculino y patriarcal de hacer sociedad y hacer economía no sólo se pierde más del 50 % del talento mundial a la hora de excluir a las mujeres, sino que nos lleva a ratios imposibles (si todos viviéramos como en Europa o EEUU se necesitarían 5 mundos para satisfacer nuestras necesidades…) y a la depauperación especulativa de nuestros tejidos económicos y productivos. Este es el momento más apasionante para las mujeres: ese puñado de revolucionarias, entre las que se encuentra Amelia Valcárcel, nos han abierto la brecha por la que poco a poco y desde los Valores y la consciencia de nuestra propia diversidad, podremos romper el paradigma y avanzar para nosotras y las mujeres de todo el mundo, hacia un nuevo esquema económico, empresarial, social y de valores. Táchenme de ilusa, y búsquenme peleando por ello. martamartinezarellano Marta Martínez Transformación Empresarial. Miembro de la Comunidad Internacional CTT y de CONSCIOUS CAPITALISM(C)]]>

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